lunes, 24 de enero de 2011

El héroe indie

Nuestro alumno Pablo Pelluch, que está cursando la doble licenciatura en Periodismo y Comunicación Audiovisual devora cine. Y nos deja este artículo bien interesante sobre las mutaciones (actuales) que está sufriendo el héroe.

Por cierto, tú también puedes enviarnos tus textos. ngrijalb@nebrija.es

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El Héroe Indie en la actualidad

Quizá los primeros héroes indie fueron aquellos de la Nouvelle Vague como Antoine Doinel (Los 400 golpes, 1959) o Michel Poiccard (Jean Paul Belmondo en Al final de la escapada, 1960). Eran los (¿anti?) héroes de películas vanguardistas de la época, de la Nouvelle Vague y del Free Cinema, pues también podemos incluir a Colin Smith (La soledad del corredor de fondo, 1962) , unos marginados que lindaban o entraban de pleno en lo criminal. Se rebelaban, vagamente, contra todo; no querían seguir las normas, no hay mucho más que decir.

¿Han cambiado tanto las cosas? Probablemente. Los héroes indie de ahora, ¿están enfadados? Sí, pero viven en comedias en lugar de dramas. La tendencia del héroe indie a la rebelión se vuelve contra sus semejantes. El héroe indie no está preocupado por cambiar la sociedad, está preocupado porque encuentra a ésta sumamente irritante y sus compañeros de instituto son idiotas. Adentrémonos en este milenio y veamos qué ha sido de estas atípicas figuras.


Napoleon Dynamite (Jared Hess, 2004) a pesar de encontrarse entre los pioneros, es el caso más estrafalario. Napoleon, al contrario que el héroe indie común, como se verá más adelante, no es guay. No mola absolutamente nada. Es un contrapunto total del nuevo héroe indie. Sus hazañas están siempre dentro de lo absolutamente patético. No encaja en absoluto, pero entendemos por qué. Nadie le entiende pero nosotros entendemos por qué. Sus salidas graciosas no son intencionadas. Napoleon está encerrado, aparte de en el más profundo de los Idahos, en una comedia totalmente atípica. Su humor es generado por situaciones estrafalarias y siempre soberanamente incómodas sin llegar a entrar nunca de lleno en lo repugnante.


Brick (Ryan Johnson, 2005) es difícil de clasificar. Brendan Frye está efectivamente en el instituto y efectivamente no encaja demasiado. Siempre tiene una buena salida, pero... el ambiente está demasiado enrarecido. Es porque estamos ante una obra única en su género: cine negro en el instituto. En serio. La trama es detectivesca, hay mujeres fatales, hay criminales (a los que sus mamás traen leche y galletas en medio de las negociaciones) y el punto cómico es que la película se toma tremendamente en serio a sí misma.


Juno (Jaseon Reitman, 2007) es la heroína indie por excelencia. No encaja porque no la da la gana, desprecia a su entorno y sobresale en él por su respondonería. Fue el gran pecado de la película; Juno tuvo la última palabra demasiadas veces, por no decir siempre. Accidentes tales son muy dados en el cine español, donde los jóvenes héroes son unos perfectos moralistas que jamás son corregidos (Noviembre, Caótica Ana, ...) y con los que sus directores pueden soltar sin pestañear forzados discursos pretendidamente revolucionarios. ¿Recordáis al novio de Juno? Claro, Michael Cera, que más tarde sería...

Scott Pilgrim contra el mundo (Edgar Wright,
2010) es el último estandarte. Un héroe algo más crecidito, con 23 años, pero en realidad podría haber sido perfectamente un alumno de instituto. Scott por el contrario encaja dentro de no encajar. El resto del mundo deja de existir, los supuestos marginados han tomado el poder. ¿O quizá es un chico guay? Es difícil decidirlo. Es también posible que el héroe indie de 2010 haya sido completamente fagocitado por el sistema, que lo muestra como héroe sin discusión. Pilgrim es tan torpe como mordaz; las ráfagas de humor vienen de ambas partes. Scott se equivoca constantemente y ello no es sólo fuente de humor, sino que es el catalizador de la trama.

Con la incógnita de qué es Scott Pilgrim cierro esta pequeña revisión. Habrá que ver cómo avanza el cine en esta dirección.

Pablo Pelluch
Enero 2011

lunes, 17 de enero de 2011

Todas las canciones hablan de mí

Ahora que andamos en clase revisando a la (sagrada) Nouvelle Vague, sería interesante acercarnos -si es que en algún cine sigue proyectándose- a la opera prima de Jonás Trueba: Todas las canciones hablan de mí. Es inevitable, por mucho que le pese al joven director, que al ver su primer filme no nos vengan a la cabeza recursos, sensaciones y temáticas que nos recuerden las (primeras) obsesiones de autores como Godard, Rohmer o Truffaut. Sin embargo, también es cierto que la película goza de una sensibilidad profundamente personal -no por ello alejada de las experiencias más comunes de la mayor parte de los mortales-, que Jonás muestra y demuestra su amor, su pasión seguramente, por el cine, por el hecho cinematográfico, por las situaciones puramente cinematográficas.

Se ha repetido en múltiples ocasiones que su película es, ante todo, sincera. Y es cierto. Estamos ante una obra de alguien que está comenzando, inevitablemente encontraremos disonancias, pero que sabe lo qué quiere y cómo lo quiere. El film, deudor de una estructura literaria, es un canto a la cotidianidad de dos jóvenes que se quisieron mucho, y ahora… también se quieren. La trama no puede ser más sencilla, exultante de juventud, de miedos y deseos, a los casi treinta se puede pasar también mal.

Jonás Trueba además recupera algo perdido en nuestro cine más reciente: contextualizar su historia con una geografía concreta y reconocible. La película se desarrolla en un Madrid actual, cercano a esos rincones de bohemia y literatura que aún esconde la ciudad, calles reconocibles que el espectador español ya echaba de menos después de tantos mundos imaginarios y caserones de terror.

En definitiva, Todas las canciones hablan de mí –candidata a conseguir el Goya 2011 al Mejor Director Novel, también su actor (Oriol Vila) el de Mejor Actor Revelación- es una apuesta sincera, compulsivamente metaliteraria y que enlaza con un cierto tipo de cine que no se dejaba ver por nuestras pantallas desde hace tiempo. Es el reverso de toda esa generación muchachada nui, de los Cobeagas-y-fugas-de-cerebro.

¿Qué opináis?

N. G. 2011


lunes, 10 de enero de 2011

¿Cine?

Les propuse a mis alumnos, hace ya algunas sesiones, la siguiente cuestión: tras examinar la pieza audiovisual Rhythm 23 (1923), del alemán Hans Ritcher...; ¿qué pensaban ellos sobre esta experiencia audiovisual? ¿Podemos hablar de cine cuando vemos esta pieza? ¿Cómo se enfrenta el espectador ante esta obra vanguardista? Las reflexiones fueron muchas y muy interesantes, en su mayoría predominando un cierto prejuicio hacia producciones de este tipo, lo que hace preguntarnos sino seguiremos dominados por las estructuras narrativas más clásicas.
El alumno Nacho Vega Clausó, de 2º de Artes Escénicas, nos propuso esta interesante reflexión con su consiguiente información para los no iniciados en experimentos formales y artísticos.


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"Empecemos por recordar qué entendemos por cine: proviene del término griego Kiné, que significa movimiento. De ahí que podamos definirlo brevemente como "técnica de proyectar fotogramas de forma rápida y sucesiva para crear la impresión de movimiento". Cinco eran las cuestiones a tener en cuenta para su definición: curiosidad científica (nace como evolución de la tecnología, ciencia, electricidad…), entretenimiento, lenguaje, pues posee un lenguaje narrativo propio. Arte, ya Ricciotto Canudo (uno de los primeros teóricos del cine) le acuña al mismo el nombre de Séptimo Arte. También industria (lo que se pretende también en muchas ocasiones es, como en todo, ganar dinero).
 Con esto ya podemos plantearnos si Rhythm 23, de Hans Richter, puede ser considerado cine o no. Conozcámosle un poco mejor: Hans Ritcher fue un pintor y cineasta alemán. Se adhirió al movimiento dadaísta de Zúrich. Posteriormente se dedicó a la experimentación de contrapuntos rítmicos y variaciones formales abstractas pintando rollos de papel y realizando cortometrajes experimentales abstractos. Entre ellos está el objeto de estudio junto con Rhythm 21 (1921) y Ghost before breakfast (1927). Otros aspectos destacados de su vida serían su ingreso en la American Abstract Artist, el filme surrealista Dreams that money can buy y su dedicación a la pintura abstracta.
 
La mayoría de la gente de hoy en día podría entender por cine ver una película que cuenta una historia, aunque en realidad el cine va mucho más allá. Pocas son las personas que se plantean de dónde nace la creación: suele ser inspiración, necesidad de expresar algo que se tiene dentro y compartirlo con el mundo. A veces una opción es hacer de una historia una metáfora de lo que se quiere transmitir, en cambio en otras ocasiones puede ser precisamente lo que estamos viendo, transmitir simplemente un concepto, empleando la tecnología y los avances que hay hasta el momento, y no necesariamente de forma realista. Es decir, arte por arte. Se expresa sin más un concepto, y es cuando hablamos de arte conceptual. En mi caso diré que puedo llegar a entenderlo o no. Tal vez sea una paradoja: caos ordenado (formas geométricas), o hablamos de temporalidad porque las figuras aparecen y desaparecen rápidamente del plano…


Para ser sincero, no sé muy bien lo que Hans quiere transmitir, pero a mí, depende del momento en que lo vea, me trasmite una cosa u otra. No es lo mismo verlo en clase rodeado de mis compañeros que verlo en casa solo y con una música de piano de fondo

Me acuerdo de estar en clase y de quedarme mirando cómo aparecían y desaparecían las figuras, no entendía nada. Miraba a mis compañeros y ellos me devolvían la mirada y notaba perfectamente que ellos estaban pensando lo mismo que yo: ¿Esto qué es? Cuando decidí hacer el trabajo y ver el "corto" en mi casa pensé que con música seguro que me transmitía algo más y por eso creí que con una buena melodía de piano iba a sentir algo totalmente diferente, y así fue. Por este motivo pienso que esto es una forma artística, porque transmite y suscita emociones en el espectador al igual que otras artes como la poesía, la música, la pintura, la escultura, el teatro… Además puesto que el material de trabajo no es un lienzo, ni un piano, ni yeso… si no una cámara que recoge la imagen, un proyector de la época, o en otras palabras tecnología visual, estamos ante el Séptimo arte.

En definitiva consideraré esta pieza como cine experimental. Pese a saber que aunque muchas personas al ver un cuadro que tenga una simple mancha negra en medio del lienzo no niegan lo que es, a pesar de que pertenezca al cubismo o algún otro movimiento abstracto, al ver un corto experimental pueden cuestionarse si es cine o no llegando incluso a negarlo.

XIII Festival AdN

¡No le tenemos miedo al número 13! Es más... nos gusta. La Facultad de Comunicación de la Universidad Nebrija ya está trabajando en el Festival de Cortometrajes AdN. Lo que queremos, queridos alumnos de todas las disciplinas, licenciaturas, grados y postgrados, son vuestros cortos. ¡De no más de 5 minutos! También bienvenidos todos los Antiguos Alumnos.

Toda la información, con sus bases, con su ficha de inscripción, en nuestra web.


¡Salud... y claquetas!