
Se ha repetido en múltiples ocasiones que su película es, ante todo, sincera. Y es cierto. Estamos ante una obra de alguien que está comenzando, inevitablemente encontraremos disonancias, pero que sabe lo qué quiere y cómo lo quiere. El film, deudor de una estructura literaria, es un canto a la cotidianidad de dos jóvenes que se quisieron mucho, y ahora… también se quieren. La trama no puede ser más sencilla, exultante de juventud, de miedos y deseos, a los casi treinta se puede pasar también mal.
Jonás Trueba además recupera algo perdido en nuestro cine más reciente: contextualizar su historia con una geografía concreta y reconocible. La película se desarrolla en un Madrid actual, cercano a esos rincones de bohemia y literatura que aún esconde la ciudad, calles reconocibles que el espectador español ya echaba de menos después de tantos mundos imaginarios y caserones de terror.
En definitiva, Todas las canciones hablan de mí –candidata a conseguir el Goya 2011 al Mejor Director Novel, también su actor (Oriol Vila) el de Mejor Actor Revelación- es una apuesta sincera, compulsivamente metaliteraria y que enlaza con un cierto tipo de cine que no se dejaba ver por nuestras pantallas desde hace tiempo. Es el reverso de toda esa generación muchachada nui, de los Cobeagas-y-fugas-de-cerebro.
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